jueves, 15 de enero de 2015

Escobas de ramas y la sensibilidad japonesa.

Hace unos días vi esta entrada en la web de Inteligencias Colectivas sobre el uso de hojas de palmeras como escobas en las islas Canarias y me hizo recordar algo que me llamó la atención en mi viaje a Japón en las navidades del 2011. Y que me servirá como excusa para hablar también sobre otras cosas.

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Reflejos de un árbol apeado en el jardín de un templo en Kyoto. Fue otra curiosidad del viaje ver cómo los sujetaban.

Antes de realizar un viaje siempre intento ilustrarme un poco sobre la historia, la cultura, la gastronomía y demás aspectos que me ayuden a tener un acercamiento más profundo de mi destino. En el caso de Japón tenía algunas cosas avanzadas de antemano pues es un país que siempre me ha interesado. Especialmente por su gastronomía, arquitectura y cine.

Ya había visto películas de algunos de sus directores más valorados como Akira Kurosawa, Shohei Imamura, Yasuhiro Ozu, Seijun Suzuki, Takeshi Kitano, Hirokazu Koreeda (del que hablé aquí), Hayao Miyazaki y algún otro que ahora no recuerdo. Las obras de los estudios de arquitectura como Sanaa, Toyo Ito y Atelier Bow Bow se encuentran entre mis favoritas. Había leído "Elogio de la sombra" de Junichiro Tanizaki, una obra fundamental en la formación de cualquier arquitecto . Pero sin embargo, aún no me había adentrado en la literatura japonesa así que empecé con Natsume Soseki ("Sanshiro" y "Kokoro") y Yukio Mishima ("El marino que perdió la gracia del mar"). Todos ellos hermosos, de una sensibilidad sobre las relaciones humanas increíbles. Fue precisamente en "Kokoro" donde encontré una anécdota sobre su autor que condensaba otro aspecto que yo intuía sobre esta cultura a través de todas las cosas que ya había conocido.

"Cuando estaba en Inglaterra, una vez se rieron de mí porque invité a alguien a contemplar cómo caía la nieve". "Una vez me invitaron a quedarme en una mansión de Escocia. Mientras paseaba con mi anfitrión por el jardín, observé la espesa capa de musgo que había en los senderos y comenté admirativamente cómo esos senderos habían adquirido una hermosa pátina de tiempo. Entonces mi anfitrión replicó que muy pronto iba a pedirle al jardinero que limpiara los senderos y arrancara todo ese musgo" (1)

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Detalle de los trozos de bambú que hacían las veces de cercos en los jardines de los templos de Kyoto. Musgos y líquenes reinaban en los jardines japoneses, otro tema que daría para una entrada.

En sus palabras destaca esa sensibilidad hacia las pequeñas cosas, los detalles que a priori pasan más desapercibidos o no son captados con la misma intensidad en otras culturas. ¿O quizás se trate de algo propio de personas sensibles más allá de su nacionalidad?   

Tras todo este largo preludio y volviendo al origen de esta entrada, en mi viaje al país nipón observé lo limpias que estaban las calles, sobre todo en Tokio, una ciudad caótica, abarrotada de gente, llena de contraste entre su occidentalización, su desarrollo tecnológico llevado al extremo y la tradición. Pero dentro de todo ese caos aparente había pequeños detalles que te permitían detenerte a observar que algunas cosas parecían no haber cambiado tanto con los años. 

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Hojas caídas en una calle de Tokio.

Debido al jet lag de los primeros días, podíamos madrugar y caminar por unas calles de Tokio casi desiertas pues todo el movimiento se desarrollaba bajo tierra, en el metro. Era invierno, aún caían hojas de los árboles, y vimos personas que las recogían con escobas o escobillas realizadas con ramas. Nada de máquinas que consumieran electricidad y metieran ruido. Ignoro si siempre es así pero verlos diligentemente trabajar de esta forma ancestral captó mi atención. 

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En un contexto algo diferente pero con la misma metodología los jardineros de los templos de Kyoto recogían las hojas y las ramas. Ya fuera en las zonas más boscosas para no levantar las espesas capas de musgo o en sus famosos "jardines secos" intentando no modificar su diseño. Poder caminar y observar estos bellos espacios sin que ningún ruido extraño a la naturaleza enturbiara su percepción fue de los momentos más especiales del viaje. Aunque allí estuvieran los jardineros barriendo, apenas sentías su presencia. Además de la poética de que rama se recoge con otra rama. Una forma antigua e inteligente de reutilizar los recursos naturales pero que choca con el ahorro en mano de obra y de tiempo, requisitos que imperan en la sociedad actual. Sin embargo hay situaciones en las que no encuentro mejor manera de hacerlo.

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(1) Esta cita aparece originalmente en el libro "Natsume Soseki as a critic of Inglish Literature", Tokio, Center of East Asian Cultural Studies, 1975, pág 34. Ilustra el rechazo hacia ciertos aspectos de Inglaterra que tuvo el escritor Natsume Soseki tras su viaje en 1900, cuando Japón empezaba a abrirse a Occidente.
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En esta entrada también hablé un poco sobre aquel viaje.

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